La característica principal de una persona con este problema, es la presencia de obsesiones y compulsiones persistentes y recurrentes, lo suficientemente graves como para ocasionar un intenso malestar, una gran pérdida de tiempo en su realización y una interferencia significativa en la rutina habitual de la persona, en su funcionamiento laboral o relaciones interpersonales.
Las obsesiones son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos repetitivos y persistentes, que irrumpen una y otra vez en la actividad de la persona, de forma que los interpreta como intrusivos, sin sentido e involuntarios, aunque sean fruto de su propia mente y generalmente provocan aumento de la ansiedad.
Los contenidos de las obsesiones son muy variados de unas personas a otras, aunque se suelen agrupar en cinco categorías:
- Suciedad y contaminación.
- Agresión
- Arreglo y orden de objetos
- Sexo
- Religión
También es frecuente un tipo de obsesión carente de sentido, y que consiste en una especie de duda sobre cualquier acto que la persona realice.
Las compulsiones son actos estereotipados, repetitivos e intencionales, que pueden tener como finalidad aliviar la ansiedad o malestar asociado a las obsesiones. El hecho de sentirse obligado a hacerlas y el amplio intervalo de tiempo dedicado a su realización, puede llegar a angustiar al sujeto, hasta el punto de que acabe aumentando su ansiedad. No siempre son actos, sino que determinadas obsesiones pueden llevar asociadas compulsiones cognitivas, como rezos, cálculo matemático, etc.
Es un problema cuyo inicio se sitúa en la adolescencia y principio de la edad adulta, pero se han identificado casos de niños de 5 y 6 años. Por lo general, se desarrolla de forma gradual y aunque su curso es crónico ( los pensamientos obsesivos aparecen en situaciones estresantes), es posible aprender a afrontar la ansiedad y perderle el miedo a las obsesiones.