Todos hemos gritado alguna vez a nuestros hijos, por varios motivos: porque nuestros padres nos gritaron a nosotros, porque es un recurso que no requiere desgaste intelectual y porque en los primeros momentos produce efectos a corto plazo, lo cual nos sirve de refuerzo.
Pero ¿qué perjuicios ocasiona a nuestros hijos? Cuando se utiliza de forma habitual, se ha demostrado en investigaciones que afecta al Sistema Nervioso de nuestros hijos, constatándose un mayor riego de trastorno psiquiátrico cuando son adultos. Además, los niños aprenden a utilizarlo como medio para conseguir lo que desean, de la misma forma en que lo utilizan sus padres. Otras razones para evitar los gritos:
- El niño se habitúa, de forma que ya no funciona como recurso educativo.
- Mantienen al niño en estado de estrés y nerviosismo perjudicial para su desarrollo.
- Pueden desencadenar en el futuro problemas de salud mental, como depresión y adicción a sustancias. Sólo conseguiremos un extremo en sumisión o rebeldía. O bien, el niño se adapta, sin protestar para evitar el conflicto, o bien se rebela ante la normativa, imitando a los modelos paternos, con un estilo de comunicación “agresivo”.
- Se acostumbran a obedecer sólo cuando se les grita.
- Al gritar, los padres también se estresan, por lo que entramos en una espiral de violencia difícil de contener y escapar de ella.
Os propongo algunas ideas como alternativa a los gritos en educación:
- En lugar de gritar, expón tus ideas en un tono de voz bajo, pero demostrando seguridad. De forma concreta, evitando generalizaciones. Es importante que el niño sepa lo que esperamos de él.
- Sitúate físicamente a su altura, si es posible sentado. En esta posición estamos normalmente más relajados.
- Mantén el contacto visual. Un niño de menos de 9 años lo necesita para cumplir una orden. Con más edad también es recomendable, incluso con adultos.
Y para finalizar te planteo una reflexión ¿Qué crees que es más educativo y efectivo? ¿Estas pautas o ir corriendo y gritando por la casa detrás de tu hijo…?