La autoestima es la clave de la felicidad, es el filtro que media entre nosotros y la realidad. La autoestima determina nuestro valor como seres humanos, y podemos definirla como el afecto que nos tenemos a nosotros mismos.
Se pueden diferenciar dos tipos de problemas relacionados con la baja autoestima: situacional, cuando sólo afecta en áreas concretas, y caracterológica, más global, afectando a numerosas áreas de nuestra vida y con origen en experiencias tempranas.
Nuestra autoestima la vamos configurando desde la infancia. Los dos primeros años de vida son fundamentales, ya que durante este periodo, el niño configura su propia identidad, toma conciencia de él mismo como sujeto independiente de los demás.Otra etapa fundamental es la adolescencia, periodo en el la comunicación con los padres proporciona al joven sentimientos de eficacia personal, autocontrol.
Un factor que determina la autoestima son las IDEAS que tenemos sobre la vida. Las circunstancias a veces son difíciles de cambiar, otras casi imposible, pero sí podemos modificar nuestra interpretación de la vida.
Además podemos mejorar nuestra aceptación de nosotros mismos, con nuestras cualidades y limitaciones. Podemos controlar nuestros pensamientos críticos y cambiarlos por otros objetivos, racionales y más positivos.
Atrevernos a tomar decisiones, asumiendo los riesgos que conllevan y respetando nuestro derecho a equivocarnos, trabajando en las consecuencias variables y aceptando las invariables.
Sin dejar que las preocupaciones sobre el futuro no impidan vivir el presente, sin supeditar tu presente a un futuro incierto.
También, cuidar el aspecto físico, emocional e intelectual, mejorará nuestra autoestima y nuestro diálogo interior será más positivo.
La autoestima se puede mejorar. A veces, nuestros hábitos están tan arraigados que necesitamos de la ayuda de un psicólogo, que actuará de guía. La autoestima positiva constituye una condición básica para la estabilidad personal, y para la salud mental del ser humano.